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ENSEÑANZAS Y APRENDIZAJE


La vida me ha enseñado grandes lecciones, pero de quien he verdaderamente aprendido ha sido principalmente de mis familiares y mis cercanos.




De mi madre, aprendí a hacer todo en casa, enfermería, electricidad, plomería, mecánica del auto, etc.  Aprendí a coser, tejer y bordar.  Me enseñó a conducir, a portarme como una dama y a mandar.  Me enseñó también a decir que NO.  Porque no puedo hacerlo todo.


De mi padre aprendí a ser leal, trabajadora, exigente conmigo misma, a no dejarme NINGUNEAR por nadie, sea hombre o sea mujer, y me proporcionó las herramientas para tener mi autoestima SIEMPRE arriba!  Me enseñó a apreciar y comprender el box, el beisbol y el ciclismo.  (el futbol y la fórmula Uno son adquisiciones personales)   Me enseñó a amar y a disfrutar la música de José Alfredo Jiménez.  También me enseñó a hacer tortillas.
Algo que le agradezco infinitamente es su humor.   Creo que lo heredé.  Para mí la vida es: reír, bailar, gozar, pasarla bien pero ante todo, no descuidar las responsabilidades.

Muy seguido, mi padre recordaba la epístola de Melchor Ocampo que le fue leída cuando se casó con mi madre:  “Te doy esposa y no sierva…” decía la epístola.   Cuando a las 12:00 en punto la mesa no estaba servida, lo escuchaba decir al aire:  “Te doy esposa y no sirve”.  Mi madre respiraba profundo, elevaba los ojos al cielo y no respondía, mientras que mi padre me miraba con esa sonrisita de rayita inclinada, con ojos de pícaro y me hacía guiño.



De mis hermanos mayores aprendí que en esta vida, lo único que nos pertenece verdaderamente es nuestro conocimiento, el estudio y las formaciones que hagamos:  éstas serán nuestras y se quedarán ahí dentro para nuestro aprovechamiento y crecimiento. (mis hermanos: dos médicos y dos abogados).


De mis hermanas mayores aprendí a limpiar, a cocinar y a hacerlo con gusto pues estaban convencidas que así se conseguía marido.  De mis hermanas menores aprendí a elegir bien a mis amigos y a mi pareja.  De mi hermana la de en medio aprendí a vencer los obstáculos.   Ella decía que si no puedes darles la vuelta a los problemas, que los brinques!  Todas ellas tienen familias sólidas y bien sustentadas


De mi hijo he aprendido a tomar las cosas con calma, como si tuviera todo el tiempo del mundo…   Aunque me hubiera gustado que él hubiese aprendido de mí, a tomar decisiones más rápidas y más precisas.


De marido, el primero, aprendí a apreciar el vino y la buena mesa, a trabajar como negra para vivir como blanca. Me enseñó que todo lo que poseeré será producto de mi trabajo y esfuerzo y nada más!    Aprendí a NO desistir por más duras que fueran las pruebas.  Primer marido me enseñó a valorarme, a estar orgullosa de mis logros y no dejarme amedrentar por los golpes de la vida.  También me enseñó a decir “NO SE” y dar un paso atrás para permitir a otros de avanzar.
En sus enseñanzas aprendí a quitarme los complejos de la adolescencia sobre mi físico y a sacar provecho de mi  jovialidad y belleza.  Además, antes de irse, me dio el secreto de la eterna juventud.



De marido, el segundo, aprendí que no hay imposibles, que los limites nos los marcamos cada quien según nuestro gusto o nuestras ganas.  Aprendí de él a no quejarme.  Los malestares, las dolencias y los dolores, son para cada quien, pero en silencio y si es más grande de lo que puedes soportar, pues te lo aguantas y ya!   Aprendí a apreciar la Música, la Gran Música:  La Música Clásica, que se vuelve interesante cuando la escuchas bien tocada por un intérprete remarcable.  Aprendí a mirar el tenis y a verlo desde otra óptica. Me enseñó que mismo en vacaciones, se puede aprender, siempre.  Interesarse por el país que se visita y escudriñar en sitios históricos y museos, para comprender mejor a su pueblo.   La tía Carmina decía:  “No te acostarás sin saber una cosa más”  Marido me enseñó, sobre todo, a conocer el vino:  esa noble labor que tienen los enólogos de ver, mirar,  probar, degustar,  identificar e identificarse con el vino.

Enseñé.   Durante muchos años tuve el placer de estar en contacto con jóvenes deseosos de aprender un oficio para trabajar y me sentí plena al poder participar con un pequeño ladrillo en su formación y educación.   De mis alumnos aprendí  que todo ser humano puede seguir aprendiendo a cualquier edad  y en cualquier tiempo, siempre y cuando así lo decida y lo lleve a buen término.     



De mis amigos he aprendido a reír, a gozar y a disfrutar cada instante de mi vida.  Me han enseñado que la vida es ésta:  COMPARTIR.   Estando en contacto con ellos (ustedes) he aprendido a servir y he olvidado mi primera lección:  “saber decir:  NO” porque servir se vuelto para mí una necesidad.
“Vivir para servir”   o como decía el cura de mi barrio:

“Si no vives para servir, entonces no sirves para vivir”



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